por Nora Perusin
Los objetos se ven como una línea de circunvalación.
Se despeja la tarde ante mis ojos
al paisaje se agrega una mujer caminado con su perro
no me reconoce y la esquivo.
Acomoda su ropa mustia
cruza la calle con sus zapatitos de huérfana.
Los desquiciados no tienen pudor
pasan invisibles con su áspero silencio en el alboroto de la multitud.
Con sus ojos ajenos se pierde en otro tiempo
la dulce bailarina de pelo rubio.