PROLOGO DE LIBRO BOCA QUE ABRE LA NOCHE. POR JUANO VILLAFAÑE

LEONOR GARCIA HERNANDO

Se trata de escribir sobre la poesía a propósito de la presentación de esta antología. De escribir algunas breves líneas sobre la poesía de Leonor García Hernando y el contexto a su vez en que ella escribió. Este contexto fue creado también por la propia autora que publicó gran parte de su obra en la colección de Poesía Mascaró. Con éste libro reconocemos escrituras que se generaron entre fronteras, la propia Leonor García Hernando fue una poeta de fronteras asociada a un colectivo poético del que nunca se separó. Por eso, al hablar de Leonor Garcia Hernando, hay que hablar también de los Poetas de Mascaró por el afecto que ella misma puso en su propio entorno. Se trata de autores que formaron parte del hacer poético nacional entre los primeros años de la década del setenta hasta los años noventa. Como referencia particular estoy pensando en el Taller Literario Mario Jorge De Lellis y en la revista de literatura Mascaró. Como espacio más amplio algunos de los debates poéticos en últimas cuatro décadas. Cuando digo  fronteras hablo de lo que representó una generación que vivió entre dictaduras y post-dictaduras.  Siempre trabajamos con temáticas que compartimos entre quienes fuimos compañeros de viajes. Reflexiones siempre sobre el sentido de la poesía. También recordando a nuestros compañeros de taller desaparecidos que fueron víctimas del terrorismo de estado o murieron durante la pos-dictadura. Por eso se trata de escrituras y reflexiones entre fronteras. No pretendo por cierto establecer ningún canon ni reivindicar un programa, ni Leonor García Hernando ni Los Poetas de Mascaró tuvimos un programa. Formamos parte de un espacio que no fue de ruptura y a la hora de las continuidades co-participamos de una nueva exposición de multiplicidad de poéticas y micro-poéticas. No terminamos de ser en los años setenta y nos instalamos en los años ochenta en la diáspora de una derrota de la cual tampoco pudimos hacernos cargo porque habíamos sido demasiado jóvenes. La poesía seguía siendo una zona de riesgo. Dentro de un  sorpresivo presente poético con una gran diversidad como riqueza, con las lógicas inflaciones que ofrecen los campos virtuales o las multiplicaciones de las patrias interiores donde las voces trabajan cuerpo a cuerpo. De alguna forma esta antología que presento también se trata de un reencuentro con quienes militamos juntos en la poesía, polemizamos, nos reunimos en la amistad. Me refiero a Leonor García Hernando, Luis Alonso, Nora Perusín y Sergio Kisielewsky quienes integramos el Taller Literario Mario Jorge De Lellis y en los años ochenta creamos la Revista de Literatura Mascaró.

Damos vueltas sobre nosotros mismos

   El acto de poetizar es esencialmente es una fidelidad con la vida de uno mismo. Y aquella concentración que se genera desde el objeto-poema, aquella dureza que se esconde como energía en algún papel, libro o pantalla es también un esfuerzo personal. Por cierto que lo bello individual debe soportar “la contemplación pública”, pero el flujo de los signos sigue emanando de un objeto creado individualmente entre la palabra y el que se asume como trabajador de la palabra. Trabajo humano entonces creado por el oficio del poeta. Con este sentido se entregó Leonor García Hernando a realizar sus poemas Trabajo sobre el que ella volvió  siempre, fidelidad constante, pero también trabajo del ocio, en  un hacer del tiempo poético que produce lo intangible: imágenes, metáforas, lenguajes. Leonor García Hernando fue una gran trabajadora de lo poético y entregada constantemente a la experiencia de la vida real.

    Damos vueltas sobre nosotros mismos ante  cada hoja de papel en blanco. Somos contemporáneos  de nuestros propios presentes que van de la angustia, al hastío. Nos asombra el peso de la historia, de las escrituras de los clásicos que extendieron sus tiempos opulentos frente a la fragilidad de nuestros presentes exiguos, era asombroso reconocer en Leonor García Hernando ese vértigo enorme por los clásicos y los modernos. Pero esas escrituras y esas extensiones en las lecturas se asociaban también en la vida de Leonor García Hernando. En cada extensión de papel reconocemos la necesidad de la fe para creer, para crear. Uno también duda del acto original de la escritura para ir hacia las sobres escrituras, para ensayar sobre las palabras ya escritas de uno y sobre las escrituras de otros. Pero ese desplazamiento también  es parte de una fidelidad acordada desde la primera imagen que uno sintió realizada como autor. Por eso el Taller Literario Mario Jorge de Lellis nos asoció individualmente y colectivamente en esos ensayos y sobre escrituras tan dinámicas y constantes.

          Leonor García Hernando fue totalmente fiel al misterio de lo real que a veces nos es ajeno y cuando más inmediato más extraño a veces. La fidelidad a la vida debe conducirnos a la vida del espíritu. ¿Pero dónde queda el espíritu? El propio Descartes se murió sin saber el lugar donde vivía el alma: si en el cerebro o en el corazón. Pero más allá donde radique el alma o el espíritu, la obediencia poética parece conducir a la felicidad, digo que parece, porque en este sentido la obediencia era una constante en el trabajo poético de Leonor García Hernando en los bares de Buenos Aires. ¿Y la desobediencia? ¿La desobediencia Leonor García Hernando que también  era tu marca, a dónde nos conduce? ¡Vos que fuiste tan terminante en la irreverencia y en la cachetada en la calle!

El cansancio de los materiales.

   Leonor García Hernando fue fiel a sí misma. Vivió en unidad de poesía y vida. Creo que en los años setenta y ochenta no existe una representante tan cabal que unió a la poesía con el acto cotidiano en forma tan radical. Sentada sobre sí misma en el bar La Paz escribía  y se iba con sus poemas. Fue la mejor representante de las escrituras que se crearon entre fronteras, entre dictadura y pos-dictadura en la Argentina. Y fue para nosotros una referencia permanente de los que conformamos una editorial donde ella publicó la mayoría de su obra poética y una revista literaria como Mascaró.

   “La poesía como lo más parecido a una autobiografía de la muerte” adelantaba Tamara Kamenszain en su libro “La edad de la poesía” en su capítulo “La lírica terminal”. Se parte de una tensión casi inamovible: “Porque no hay una manera humana de abandonar la primera persona gramatical, aunque se ensayen otras. Y esto es como decir que no se puede no morir” El poeta es consiente entonces que se escribe más allá de los estados, como un diario de vida contra la propia muerte, los estados irán profundizando el límite de la propia lírica. Un yo íntimo y privado que se contrasta con la primera persona del plural. La escritura entre fronteras forzó en nuestro país esos límites entre el yo y la muerte de los otros. Se aprendió a la fuerza a reconocer la muerte pública, ante la muerte lírica de la primera persona, aquello que Leonor García Hernando tituló tan bien en “la muerte argentina”.

  “El cansancio de los materiales” es su último libro. Un título que nos fue entregando antes de morir  y donde su poesía se seguía condensando en unidades de largos alientos, aunque sus poemas cortos también respiraban grandes estados. Poemas que pueden ser leídos individualmente pero a su vez están asociados por la densidad de un lenguaje que abre y cierra cada uno de ellos como si se tratara de un todo y de las partes del todo. De alguna forma todos sus libros establecían esas condiciones de prosas y versos ensimismados, encabalgados, asociados por la fuerza de un espíritu desbordante. Además, particularmente este último libro, fue un libro casi artesanal lacrado por las propias manos de Leonor para dar total autenticidad al contenido de sus poemas.

     Esta antología que me ha encargado la Editorial el Suri Porfiado reúne entonces poemas de sus cinco libros: Mudanzas (Ediciones del taller literario Mario Jorge De Lellis, 1974), Negras ropas de mujer (Colección de Poesía Mascaró, 1987), La enagua cuelga de un clavo en la pared (Ediciones Ultimo Reino, 1993), Tangos del orfelinato-Tangos del asesinato (Colección de Poesía Mascaró, 1999) y El cansancio de los materiales (Colección de Poesía Mascaró, 2001).

Buenos Aires-Abril de 2018

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